Respetando tiempos, momentos y caminos.
Respetando la forma en la que vibra la energía del universo, desde la escucha, la apertura, reconociendo esa vibración en mí y su sintonía con el entorno.
Atento para reconocer cuando mis creencias modulan esa vibración de una forma limitante (irrespetuosa) o estimulante (respetuosa) con la vibración amorosa del universo.
Aceptando que la vida no nace en mí, sólo se manifiesta en mí.
Aceptando que el universo no es antropocéntrico, y mucho menos eduardocéntrico, es más fácil el respeto, encontrar el momento y el lugar para el encuentro.